jueves, 12 de diciembre de 2013

“La novia del viento”


Si algo  imprime el carácter de los aragoneses,  son  nuestros vientos, que nos azotan o acarician según las estaciones y la orografía.
Tal vez, el más famoso por su dureza y frescor, es el cierzo, viento del NO que sopla a través del valle del Ebro, encajonado entre el Pirineo y el Sistema Ibérico, con la misma fuerza y constancia que nos imprime en nuestra manera de ser y afrontar la vida.
En Zaragoza conocemos de sobra sus efectos, podemos estar dos semanas seguidas, e incluso más, sufriendo en invierno la tozuda persistencia de sus frías rachas y en verano refrescando los tórridos días de la canícula. Tal vez por eso Eugenio D´Ors nos llamó “la novia del viento”.
Aparte de ser uno de nuestros más genuinos fenómenos  meteorológicos, el cierzo (zierzo, ziercera, cierzada......), influye poderosamente en nuestra vida cotidiana y como ya hemos comentado en el carácter de los habitantes de la ciudad, tenaces (tozudos dicen otros) y valientes ante los lances de la historia  y ante los conflictos que de cotidiano se presentan por estos lugares.
Parece, que durante mucho tiempo hemos vivido de espaldas a un fenómeno que debería empezar a formar parte de nuestra riqueza natural y que podríamos aprovechar para reivindicar nuestra ciudad, dándole una impronta poderosa como otras ciudades del mundo.
Así pues nos encontramos ante una realidad física, material, que con aprovechamientos para la industria e incluso para el propio consumo de la ciudad y sus habitantes, podría proporcionarnos energía ilimitada, barata y ecológica.
Zaragoza, podría apostar por la ecología industrial, aportando un valor añadido a su estimable situación estratégica en la península ibérica,  a la existencia de un aeropuerto de gran importancia logística y de una gran cantidad de suelo industrial improductivo.
El Gobierno de Aragón, la Universidad, los agentes sociales, son los que tendrían que impulsar este tipo de proyectos, que no solo darían más valor a situar empresas en nuestra ciudad y en su zona metropolitana, sino que podrían significar la creación de empresas que se especializaran en gestión ambiental, yendo más allá para responder a los retos que el futuro nos va a plantear con respecto a la sostenibilidad de nuestra industria y al agotamiento de los recursos naturales.



Y, también existe otra realidad, esta inmaterial, sobre como esta ciudad, debe afrontar una apertura hacia el exterior de un modo original y personal. ¿Por qué no hacer marca de nuestra ciudad aprovechando nuestro viento?.
La necesidad de crear marcas reconocibles es el “mal” de nuestro tiempo y aunque somos la quinta ciudad del estado no hemos logrado despegar como otras ciudades, que siendo más pequeñas, consiguen crear esa marca que las identifica de cualquier otra y crea riqueza tanto para los municipios como para los sectores hosteleros y comerciales que se benefician de esa particularidad por la que se visita esa ciudad. (un museo importante, un patrimonio bien conservado, una cultura particular....)
No tenemos políticos de talla para llevar a cabo proyectos como estos y aquí ni se ha cuidado el patrimonio, ni la cultura, ni la tradición..........bueno, nunca es tarde, el cierzo nos seguirá azotando, acariciando, conformando, acojámoslo como un buen compañero de viaje y aprendamos a sacar partido de sus beneficios



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