Si algo imprime el carácter de los aragoneses, son
nuestros vientos, que nos azotan o acarician según las estaciones y la
orografía.
Tal vez, el más famoso
por su dureza y frescor, es el cierzo, viento del NO que sopla a través del
valle del Ebro, encajonado entre el Pirineo y el Sistema Ibérico, con la misma
fuerza y constancia que nos imprime en nuestra manera de ser y afrontar la
vida.
En Zaragoza conocemos de sobra sus efectos, podemos estar dos
semanas seguidas, e incluso más, sufriendo en invierno la tozuda persistencia
de sus frías rachas y en verano refrescando los tórridos días de la canícula.
Tal vez por eso Eugenio D´Ors nos llamó “la novia del viento”.
Aparte de ser uno de nuestros más genuinos fenómenos meteorológicos, el cierzo (zierzo, ziercera,
cierzada......), influye poderosamente en nuestra vida cotidiana y como ya
hemos comentado en el carácter de los habitantes de la ciudad, tenaces (tozudos
dicen otros) y valientes ante los lances de la historia y ante los conflictos que de cotidiano se
presentan por estos lugares.
Parece, que durante mucho tiempo hemos vivido de espaldas a un
fenómeno que debería empezar a formar parte de nuestra riqueza natural y que
podríamos aprovechar para reivindicar nuestra ciudad, dándole una impronta
poderosa como otras ciudades del mundo.
Así pues nos encontramos ante una realidad física, material, que
con aprovechamientos para la industria e incluso para el propio consumo de la
ciudad y sus habitantes, podría proporcionarnos energía ilimitada, barata y
ecológica.
Zaragoza, podría apostar por la ecología industrial,
aportando un valor añadido a su estimable situación estratégica en la
península ibérica, a la existencia de
un aeropuerto de gran importancia logística y de una gran cantidad de suelo
industrial improductivo.
El Gobierno de Aragón, la Universidad, los agentes sociales, son
los que tendrían que impulsar este tipo de proyectos, que no solo darían más
valor a situar empresas en nuestra ciudad y en su zona metropolitana, sino que
podrían significar la creación de empresas que se especializaran en gestión
ambiental, yendo más allá para responder a los retos que el futuro nos va a
plantear con respecto a la sostenibilidad de nuestra industria y al agotamiento
de los recursos naturales.
Y, también existe otra realidad, esta inmaterial, sobre como
esta ciudad, debe afrontar una apertura hacia el exterior de un modo original y
personal. ¿Por qué no hacer marca de nuestra ciudad aprovechando nuestro
viento?.
La necesidad de crear marcas reconocibles es el “mal” de nuestro
tiempo y aunque somos la quinta ciudad del estado no hemos logrado despegar
como otras ciudades, que siendo más pequeñas, consiguen crear esa marca que las
identifica de cualquier otra y crea riqueza tanto para los municipios como para
los sectores hosteleros y comerciales que se benefician de esa particularidad
por la que se visita esa ciudad. (un museo importante, un patrimonio bien
conservado, una cultura particular....)
No tenemos políticos de talla para llevar a cabo proyectos como
estos y aquí ni se ha cuidado el patrimonio, ni la cultura, ni la
tradición..........bueno, nunca es tarde, el cierzo nos seguirá azotando,
acariciando, conformando, acojámoslo como un buen compañero de viaje y
aprendamos a sacar partido de sus beneficios
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